top of page

CAPÍTULO 7: EL SOBRE

Updated: Feb 20


 

EL VAGÓN DEL SILENCIO ¿Cómo quedó el Capítulo 6?

 

Tras la llegada caótica del Inspector de Banco Mundial a Logrosán, a la mañana siguiente los componentes de la expedición se restringe a unos pocos representantes. Don José explica al Coronel que el Inspector sólo lleva como herramienta unos prismáticos.

 
VER DOCUMENTOS REALES AL FINAL DE ESTA PÁGINA
 

Tras el giro de la puerta, don José pudo reconocer la figura de un fraile vestido con el mismo hábito que usaban los de la congregación de franciscanos del Monasterio de Guadalupe. El fraile se le acercó en silencio mientras el Ingeniero dejaba el auricular del teléfono sobre la mesa. Se incorporó del sillón y dirigiéndose al segundo visitante inesperado del día.


  • Buenos días padre. ¿Qué puedo hacer por usted?


  • Paz y bien.


  • Paz y bien padre.


Respondió don José de una forma precipitada, sin disimular su ansiedad por saber el motivo de su presencia en el despacho y justo en ese momento. E insistió.


  • ¿Qué puedo hacer por usted?


  • Por mí, nada. Por la santísima virgen de Guadalupe lo que le dicte su conciencia.


  • ¿Y qué o quién debe guiar mi conciencia según usted, Padre?


  • Usted ha demostrado sobradamente su rectitud y buen juicio. Seguro que sabrá seguir haciéndolo.


  • Le agradezco sus palabras, pero si tiene esa certeza, ¿Cuál es el motivo de su presencia esta mañana aquí?


El fraile sacó del limosnero de su hábito un sobre y alargó su brazo hasta ponerlo al alcance del Ingeniero.


  • Entregarle en mano este sobre. Contiene un manuscrito del puño y letra de nuestro Reverendísimo Padre Prior del Monasterio de Santa Maria de Guadalupe.


Don José sujetó el sobre entre sus manos e inició el gesto para abrirlo, pero el fraile le agarró fuertemente por el antebrazo impidiendo su movimiento.


  • No lo abra ahora.


  • ¿Y cuando lo haré entonces?


  • No se preocupe por eso ahora. También su conciencia le guiará para revelarle el momento en que haya de hacerlo.


Don José miró el sobre fijamente durante unos segundos, como si con ello pudiera averiguar el mensaje contenido en él. Iba a hablarle nuevamente al fraile, pero al levantar la cabeza pudo ver como este ya salía del despacho dejando la puerta abierta. El Ingeniero se quedó en silencio, sin reaccionar, con el sobre entre sus manos y la mirada perdida en dirección aun a la puerta. Vio entonces cruzar por el pasillo al señor Loro que, al ver la puerta abierta se asomó al despacho encontrando a don José como ausente.


  • ¡Don José, don José! ¿Le pasa a usted algo?


El Ingeniero tardó aún unos segundos en reaccionar.


  • No Eugenio, no, estoy bien.


  • ¿Quiere que le traiga un café y una perrunilla? Le hará cuerpo.


  • Pues sí, Eugenio. En un ratito cuando tenga un hueco me lo trae.


  • Por cierto. ¿No ha pasado por aquí un fraile? Andaba un franciscano preguntando por usted en la plaza.


Don José inspiró para contestar, pero el señor Loro se adelantó sin esperar a su respuesta y, antes de salir y dejar nuevamente cerrada la puerta le dijo.


  • Recuerde: los frailes comienzan por donde otros acaban y cesan. Le voy a traer la perrunilla y el café doble. Veo que los va a necesitar.


  • Gracias Eugenio, tú y tus refranes.


Al hacerse el silencio en el despacho, Don José oyó los ruidos que provenían del teléfono que permanecía descolgado y se apresuró a ponérselo al oído.


  • Pep, Pep, por fin. ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? Sólo he oído parte de la conversación del fraile. Espero que cuando se suba al púlpito no hable tan bajito .


  • Disculpa Argimiro. La verdad es que me ha impactado la presencia del franciscano así, de repente, sin avisar.


  • Ya sabes, Pep, no sabemos el día ni la hora. Y sobre todo, hay que tener en cuenta, y en tu caso más, el refrán que te ha dicho el señor Loro. ¿O ha sido tu ayudante de campo?


Ambos soltaron una carcajada, hasta que el Ingeniero intervino.


  • Cuaresma Argimiro, cuaresma. El fraile simplemente me dijo que mi conciencia me avisaría de cuándo debo abrir el sobre que me ha entregado de parte del Prior del Monasterio de Guadalupe.


  • Amigo Sancho, con la iglesia hemos topado. Y lo malo es que mucho antes de lo que yo pensaba. No han pasado ni cuatro horas desde que te llamé esta mañana, en los días previos tu nombre no se ha manejado ni pronunciado y yo solo lo he conocido a las seis y cuarto cuando Fernando me ha pasado tu informe de conducta con el tiempo justo para leérmelo.


  • ¿Informe de conducta?


Contestó don José visiblemente alterado, justo en el momento en el que el señor Loro entraba en el despacho con el café y las perrunillas.


  • Gracias Eugenio.


El señor Loro, mirando fijamente al teléfono dijo.


  • ¡Cuidado! No se vaya a quemar con el café, que esas quemaduras, pasa el tiempo y no curan.


Don José reemprendió la conversación ya con la puerta cerrada.


  • Disculpa Argimiro. ¿Yo tengo un informe de conducta?


  • Afortunado tú. Si no tienes informe de conducta o no eres nadie o simplemente no eres. Y tú eres alguien notable, no lo dudes. Y creo que desde hoy vas a ir subiendo unos cuantos puntos de notoriedad.


  • Perdona la indiscreción, pero, ¿Hay algo relevante en mi informe o con lo que deba tener precaución?


  • Es un informe intachable.

 

  • Seguro que algo habrá. Y también seguro que conocías el dato de que yo sabía alemán ¿No?


  • Por supuesto que sabía lo de tu doctorado. Y en cuanto a tener alguna precaución. Déjame que recuerde. ¡Ah sí! El sacramento de la penitencia lo llevas con un cinco raspadillo. Te lo salva porque hace media con la limosna en lo que parece ser que eres una persona generosa. Y el fervor también lo tienes pillado por los pelos.


  • Tomo nota. Argimiro, ¿Tú abrirías el sobre?


  • Ni se te ocurra. A pesar de tu catolicismo de saldo, tienes un informe impecable y un acto así, antes o después, no pasaría sin dejar mácula. Su única herramienta eran unos prismáticos. ¿Y?


  • Disculpa. ¿Qué quieres decir?


  • Me dijiste que el Inspector tenía como única herramienta unos prismáticos.


  • Cierto. El primer día lo dedicamos a ir de mirador en mirador, de ermita en ermita y de risco en risco. Traía una lista de puntos geográficos previamente seleccionados y, para cada uno de ellos, los datos y referencias de su posición, altura, posibilidades de llegar en auto, distancia a recorrer andando y altura que se subía en ese recorrido. No he visto alguien con más energía. Los representantes del ministerio y de RENFE, sólo llegaron a los dos primeros, en el resto se quedaron junto al coche y, tras la comida en Guadalupe, decidieron aceptar la invitación del Prior para visitar en la sacristía las pinturas de Zurbarán.


  • ¿Y tú?


  • Le acompañé en todo momento. Tampoco tenía más alternativas.


  • ¿Y no fue muy penoso para ti?


  • Pensé que era la penitencia que debía cumplir por mi fe ramplona y la Virgen de Guadalupe me dio fuerzas para soportarlo.


  • zPep, te conozco hace sólo unas horas y tengo la sensación de que has sacado la capa y me empiezas a torear. Está última ha sido una media verónica muy ceñida a tu cadera.


  • Me vuelvo al callejón entonces. Desde cada punto de observación, el Ingeniero recorría con detalle el terreno primero a simple vista, y, finalmente, con los prismáticos. Llevaba una carpeta con planos del proyecto sobre los que tomaba notas. Se trataba de puntos cuidadosamente seleccionados y desde los que se alcanzaban a ver buena parte de las obras de la línea de ferrocarril.


  • ¿Y qué decían esas notas?


  • No lo sé. Eran letras y números sin un aparente orden ni significado. Seguramente se trataba de alguna codificación, desconocida para mi y que a él le proporcionaría la información que, de forma tan precisa, venía buscando. Yo por mi parte tomé nota de los puntos que visitamos y de lo más relevante que se podía divisar desde cada uno de ellos.


  • Y el francés ¿No hizo ningún comentario, no preguntó nada?


  • En alguna ocasión me pidió que le aclarara algún detalle concreto de algún plano, pero poca cosa.  Y comentar, también poca cosa. En el alto que hay cerca del Castaño del Abuelo le oí decir bajito sin dirigirse a mi: “Les robes ont besoin de fer, et le fer ne peut pas passer près des robes.”


  • ¡Pep! La medía verónica. Que te va a pillar.


  • Perdona Argimiro: “Las ropas quieren hierro y el hierro no puede pasar cerca de las ropas”. Creo que esta vez la traducción no te aclarará mucho.


  • ¿Y algo más, algún comportamiento que te pareciera extraño?


  • Bueno. Volviendo a Logrosán ya casi con la puesta de sol, al pasar por Puertollano, pidió visitar Almansa.


  • ¡Pep! ¿Me quieres tomar el pelo?


(Continuará)


 
 


 
VISTA DE GUADALUPE Y LOS GUADARRANQUES DESDE EL ALTO JUNTO AL CASTAÑO DEL ABUELO


 


167 views1 comment

Recent Posts

See All

1 Comment

Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Add a rating
Rated 5 out of 5 stars.

Bella foto que posiciona al lector para entender esos campos de la tierra de Extremadura

Like
bottom of page