Desde el otro lado de la línea telefónica, el Coronel, haciendo uso de un tono campechano, se dirigió a don José.
Les ha faltado a su ayudante y a usted el usía, pero yo no he dado con usted en Logrosán a esta hora tan temprana para repasarle los tratamientos. Al contrario, los acortaremos entre ingenieros, militares o civiles. Doctor, desde este momento tenemos un objetivo común y, si no le importa, seremos Pep y Argimiro y, a su elección, nos hablaremos de tú o de usted.
Será entonces de tú.
De acuerdo. ¡Por cierto! Para cualquier mención al Caudillo que necesitemos hacer, hablaremos de Rufino.
Descuida, así lo haré.
En primer lugar voy explicarte el motivo de mi llamada y continuaremos poniendo en común los datos básicos y haciendo un repaso de la historia de este proyecto del que Rufino dice que le ha mirado un tuerto y ...
Don José interrumpió al Coronel.
¿Rufino está al tanto de una línea férrea perdida en la sierra de Guadalupe?
No lo dudes amigo Pep. No solo está al corriente sino que el encargo que me traslada Fernando es que debemos rescatarlo de la muerte segura a la que, si no mediamos de forma urgente, está irremediablemente abocado.
Perdona que retrase el repaso del proyecto pero ¿Qué motivo hace que se salten todas las jerarquías intermedias que hay desde Rufino hasta mi humilde persona?
Tu mismo te has dado la respuesta, Pep. Precisamente esa, que son intermedias, que para Rufino significa que están interpuestas, es decir, que estorban.
Entendido Argimiro. Quizás no le falte razón a Rufino. Respecto a la urgencia de nuestra misión. ¿Admitiría que pudiera subir a asearme y vestirme como la tarea merece?
Por supuesto y haz que te sirvan un buen desayuno, lo vas a necesitar. Yo mientras voy a hacer que me reserven para uso exclusivo una de las tres líneas telefónicas que llegan a Logrosán. Nos hablamos a las 10 en este número.
El señor Loro, que seguía expectante la conversación desde el teléfono del hueco de la escalera colgó el aparato y simuló bajar los últimos peldaños en el momento que don José salió del despacho.
Eugenio, necesito …
El posadero se adelantó y no dejó a don José iniciar sus peticiones.
Don José, cuente con este despacho para lo que necesite. Usted suba tranquilamente a prepararse. Mandaré dejarle hueco en las estanterías para sus cosas, limpiaré la mesa de papeles, que buena falta le hace, y le diré a María que le prepare un desayuno con bollas de chicharrones que están ahora mismo en el horno. Mi hijo Eugenio ordeñó ayer a las cabras y coció la leche. Le preparo la nata con azúcar aparte en una taza. ¡Ah! Y también pasó el señor Nicomedes con café del cubano recién rescatado del estraperlo. Yo mismo le prepararé un café con leche para que pueda mojar las bollas. Mientras desayuna desconectaré el teléfono del hueco de la escalera y quedará únicamente en servicio el de mi despacho para su uso.
Don José escuchó con atención el plan que el señor Loro le había relatado y sólo cuando este calló, ya subiendo por las escaleras, se dirigió a él.
Gracias, conforme con todo, y sólo un pequeño detalle. Los coroneles tienen tratamiento de usía.
Tomo nota. A las 9:30 tendrá el desayuno en su despacho.
Gracias. Por favor manda recado a mi o-t-r-o ayudante de campo y dile que hoy no iré a la estación. Y al señor alcalde que si se deja invitar a un café esta tarde en el casino.
Una época que ya no recordaba, pero que al leerte la vivo de nuevo tal y como era. Qué bien escribes José María