EL VAGÓN QUE LLEGÓ ¿Cómo quedó el Capítulo 10?
El Ingeniero continúa relatando al Coronel las relaciones de las familias de Guadalupe y Bastianne y cómo su interés por el ferrocarril va creando lazos cada vez más fuerte entre la joven pareja y sus respectivos padres. Llegan de paseo al cruce de Valdecaballeros y desde allí toman el camino vecinal hacia la estación de Cañamero.
Por primera vez le llamé por su nombre, Bastianne. Entendía que al dejarme presenciar un acto tan íntimo como llorar, me estaba dando acceso a otro nivel de relación. Pero tras pronunciar su nombre se me atravesó un nudo en la garganta. Comprendí que lo que se había interpuesto entre los dos jóvenes y sus ilusiones y entre los dos jovenes entre sí era la guerra. Cada año, desde el primer encuentro casual, sus padres habían encontrado más y más dificultades para organizar los desplazamientos. Al final, salvando dificultades, lo conseguían, a veces con notable esfuerzo, riesgo y coste económico, lo que obligaba a otras renuncias durante el resto del año con tal de conseguir el objetivo tan deseado de viajar cada año a Lourdes. Sin embargo, aquel 1936 habría sido una temeridad atreverse ni tan siquiera a intentarlo. Las últimas cartas, antes de la renuncia a ir ese año, ya derrochaban un pesimismo que por primera vez aparecía en una relación que hasta entonces parecía extraída de un cuento de hadas.
Pep, España necesitaba un golpe de timón, la intervención era necesaria e inevitable y cuando….
Perdona Argimiro, cuando esta mañana a primera hora me he puesto sin dudarlo a tus órdenes, no ha sido porque profese una adhesión inquebrantable al cau…, a Rufino. Estoy a tus órdenes porque quiero ir más allá de las ideologías utópicas que desde uno y otro lado llaman habitualmente a la siempre entreabierta puerta de los sentimientos, incluso de aquellos que habitan en las proximidades de las más bajas pasiones. Estoy a tus órdenes a pesar de no tener ninguna razón objetiva para ello. Estoy a tus órdenes porque, algo, que no sabría describir y que, desde luego, no tiene nada que ver con la ortodoxia racional, ha captado señales que inequívocamente me han impulsado inmediatamente a colaborar contigo. A partir de ahí, y sin pecar por falsa inmodestia, he puesto todo el arsenal de mis conocimientos, de mi empuje y mis ganas de hacer las cosas y hasta de mi ilusión al servicio de lo que me pidas que, para mí, es como ponerlo al servicio de esta España de 1962 que tan necesitada de ayuda está y donde no debería sobrar nadie. Espero sinceramente que tu acción sea un camino recto para ayudar a encontrar soluciones, incluso más allá de mis estrictas conveniencias personales, y no a encontrar culpables desconocidos sobre los que descargar nuestras frustraciones.
Amen Pep.
Si crees que debes dar parte a alguien de lo que te acabo de decir, que es exactamente lo que pienso, no hace falta que gastes en conferencias ni en telegramas, me lo dices y yo me voy por mi propio pie al cuartelillo y te doy el texto que lo describe para que lo metas en mi informe de conducta.
No haré tal cosa Pep. Eres un bien escaso. El problema de esta España de 1962 a la que hacías referencia es que es fácil encontrar muchos Argimiros pero tienes que recorrer muchas leguas para encontrar un Pep. No seré yo el que haga más escaso lo ya escaso.
Sé, Argimiro, que soy un privilegiado por haber tenido acceso a una formación de la que la gran mayoría carece, es el mejor patrimonio que te pueden dejar unos padres y doy gracias por ello; por esa razón mi obligación, mi esfuerzo y mi compromiso deben ser mayores y en ello estoy.
Gracias Pep, ahora eres tú el que casi me haces llorar a mi.
Pues guárdate esas lagrimas para los duelos. ¿Dónde habíamos dejado al inspector Bastianne?
Eso digo yo.
Tras varios minutos, Bastianne consiguió reprimir el llanto y cuando por fin se recuperó, todavía con la voz temblorosa y apuntando hacia abajo con el dedo índice de la mano derecha, dijo que ese era el punto donde se habría de ubicar la estación de Guadalupe. Por un instante creí que la pena y las lágrimas le habían ofuscado hasta confundirse en una geografía que le era desconocida y más aún de noche. Pero él agregó que sabía que la distancia a Guadalupe era de trece kilómetros en línea recta, quince por el trazado ya construido según el proyecto actual utilizando el viaducto y unos veinte por la carretera C-401 serpenteando por toda la ladera.
Entiendo que toda esa información es correcta, pero. ¿A donde quería llegar el Inspector?
Perdona la broma Argimiro, pero a la hora que era, el relente que empezaba a entumecer las manos y el conductor que acababa de amenazar por tercera vez con dejarnos pasar la noche allí, Bastianne y yo sólo queríamos llegar a la Fonda Loro. Montamos en el coche y emprendimos la vuelta por el camino vecinal hasta la C-401 en las inmediaciones de Cañamero y desde el cruce hasta Logrosán sin cruzar una palabra. El conductor, con cara de pocos amigos, no nos dio opción y su despedida fue un "mañana a las ocho en la puerta, es lo convenido".
¿Y ahí acabó el día?
Aún quedaba día, Argimiro, aún quedaba. El señor Loro estaba en la puerta haciendo gestos de alivio. Llegada la noche se había empezado a preocupar por nosotros y más, cuando al llegar el resto de la expedición no le dieron noticias de nuestro paradero. El dueño de la fonda había parado a todos los vehículos que pasaron por la puerta en dirección a Guadalupe pidiéndoles que le llamaran al teléfono dos de Logrosán con cualquier noticia nuestra que averiguaran, que él pagaba la conferencia. Pero no obtuvo rastro alguno y se encaminaba ya al cuartel de la Guardia Civil para informar de la situación.
¿Y el resto de la expedición?
Habían pedido la cena en la fonda al llegar y se habían ido al casino de sociedad. A la postre mejor, así pudimos continuar hablando mientras cenábamos una sopa de ajo, unos huevos al plato y una leche migá con los que pudimos recuperarnos del desgaste del día. El comedor no estaba muy concurrido y el señor Loro había cruzado un biombo en la parte más alejada de la entrada del comedor de forma que el Inspector y yo no estuviéramos al alcance de la vista del resto de comensales y pudiéramos hablar con tranquilidad. En todo caso, por precaución, durante esa cena usamos el francés para evitar oídos indiscretos.
Adelante Pep, espero esa continuación, en español, por supuesto.
La última carta de Guadalupe le llegó a Bastianne a la casa de sus pares en Toulouse a finales de mayo de 1936 y su contenido era premonitorio. Enviaba unas cuartillas con las últimas notas con los detalles del trazado de la variante sur. Se trataba del punto en el que la variante se unía a la línea proyectada y que era justo la zona que Bastianne señalaba con su dedo cuando rompió a llorar. Por allí continuaría la línea principal hacia Logrosán y Villanueva y desde allí, haciendo uso del trazado ya construido, saldría el ramal que llegaría a la estación también ya construida de Guadalupe tras pasar por el viaducto y el túnel final. Pero lo más sorprendente es que, en el mismo sobre, junto a la carta y a las cuartillas con los detalles de la línea, incluía una tarjeta Postal con la imagen de La Virgen de Guadalupe. En la carta le pedía que el hiciera lo recíproco, que le enviara una postal de la Virgen de Lourdes. Proponía que, en el caso de que perdieran el contacto, cuando se dieran las circunstancias para poder retomarlo, hicieran uso de esas postales para comunicarse el uno con el otro, así sabrían que se seguían esperando. Cada uno daría las instrucciones oportunas según la situación para hacer posible el reencuentro. Bastianne hizo lo indicado por Guadalupe y esa fue la última carta que le envió. A partir de ahí y dada la situación de España, suspendió los envíos por si estos pudieran comprometer de alguna forma a Guadalupe o a sus Padres y ya nunca más volvieron a saber de sus respectivos paraderos.
¿Y desde entonces no han hecho uso de las tarjetas postales?
(Continuará)
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