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LAS VACACIONES, ... Y DESPUÉS QUÉ?


Tras las vacaciones, ahora las de Navidad, pero ocurría tras todas las vacaciones, los de Madrid se iban. También se iban los de Cáceres pero a mí me dejaban más huella los de Madrid. La consecuencia inmediata de la marcha era la recolocación de parejas. Tras dos días de un insufrible nudo en la garganta, la expectativa de varios meses sin el ligue duramente trabajado durante las vacaciones se alzaba con toda su crudeza. Los primeros días se paliaba a base de furtivas llamadas telefónicas o de cartas que, vistas años después, me parecen de redacción y contenido imposible. El método telefónico no era fácil: no había cabinas, los escasos locutorios no gozaban de la discreción requerida y llamar desde casa tenía tantos componentes de aventura que no todos los corazones estaban preparados para soportarlo. Como consecuencia de la carestía de los medios, la lejanía de las palabras y los resultados poco tangibles, las conferencias se distanciaban tanto, como crecía la atracción resignada que empezaban a suscitar los que se quedaban. El resultado: tras dos o tres semanas, cada oveja tenía su pareja y el pragmatismo de lo cercano se abría paso frente al idealismo de lo lejano. Las semanas siguientes se caracterizaban por la estabilidad que proporciona lo irremediable y sólo algún puente regalado por los caprichos del calendario alteraba tan cómoda situación. Otra cosa eran los previos a las siguientes vacaciones: el desasosiego que generaba la próxima vuelta de los de Madrid, obligaba a estrategias separatistas que permitieran una toma de posiciones sin incómodas ataduras a los que, semanas antes, eran nuestros únicos y obligados recursos.

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