Quizás querido lector, a ti también como a mí, te atrapó la película “Un franco catorce pesetas” del para mí infravalorado Carlos Iglesias. Sin hacer un spoiler salvaje, simplemente diré que me impresionó la escena que muestra la desolación del niño al contemplar el “paraíso” madrileño de tierra, calor y mutilado que sus padres le habían prometido desde el paraíso suizo.

Debía de correr el año 1992/1993 cuando llegó a las oficinas de UITESA en la calle Juan Bravo 49 duplicado. Supongo que, tras superar el escrutinio de Ilirio, la sensación de desolación que sin duda le embargó guardaría un íntimo paralelismo con la del niño de la película.

El que estaba destinado a ser nuestro Director de Operaciones, ofreció a la plantilla una ronda de presentaciones en la sala de reuniones de la octava planta. En ella nos desgranó su brillante CV al tiempo que se interesó por nuestras actividades en la empresa, nuestras expectativas así como la percepción más personal de nuestra presencia en ese grupo humano.

Era una puesta en escena a la que no estábamos acostumbrados. El estilo de la casa respondía más a un patrón tecno-paternalista. Ese estilo se conseguía simplemente con la yuxtaposición de una tecnología de primera línea con la anteposición de la palabra “hijo” al mensaje que nuestro director general cuando este era a su vez preludio de un intento de doblegar nuestras maleables voluntades.

El desembarco en el incipiente Grupo Iberdrola de Laureano Escudero era un soplo de aire fresco que pensé que podría venirnos bien. Era un hombre de ciencia, eso saltaba a la vista. Yo acudí a su charla integrado eón el último grupo que pasaba por aquella sala anaeróbica. Finalizando ya su charla yo me sentía gratamente impresionado cuando asistí al derrumbe de las expectativas de una persona en su llegada a un paraíso prometido. Laureano anunció que la información recibida nos sería distribuida por correo electrónico. Su rostro adoptó un rictus de perplejidad cuando comprendió, como el niño de la película, la realidad mutilada que se dibujaba a su vez en nuestras caras repitiendo con interrogantes: ¿correo electrónico?

La puntilla definitiva vino desde el fondo de la sala cuando una voz temblorosa aclaró: 

“Sí, eso con lo que Mauricio habla con su familia desde el ordenador de los de combustible.”

La basta formación y conocimiento matemático de Laureano seguro que le hicieron comprender que esa era la prueba del nueve.

JMGOL60

ENERO 2004

Con el mayor de mis aprecios a Laureano Escudero

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