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LLAMARSE ANTONIO ÁLVAREZ

Antonio apareció el primer día del tercer taller de imágenes y música con el que me daba el gusto de matar el gusanillo docente que por genética materna me correspondía.

Me sorprendió, por su contraste estético, el par de objetos que aprisionaba entre su brazo y su costado. La enciclopedia Álvarez era auténtica, me refiero a que se trataba de una edición de los tiempos en que era herramienta pedagógica de primera línea.

Entre ella y el costado, asomaba perimetralmente una carpeta tamaño folio, cubierta externamente por una lámina de corcho natural que me pareció que, recién estrenada, aún olía a alcornoque y que, sin duda, evidenciaba aún más el paso del tiempo por aquel libro.

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